viernes, 24 de abril de 2009

EL JARRON AZUL (Parte II)

El destino no permitió dejar en paz a Mr. Ricks en sus reflexiones por mucho tiempo.
A los diez minutos el teléfono sonaba, y no con poco enfado, como si alguien le hubiera interrumpido un tranquilo sueño, tomó el receptor y gritó: "¡¿Quién es?!"
-Mr. Ricks, - respondió la telefonista de las oficinas gen­erales-, está aquí un joven que se llama William Peck y desea verlo a Ud. personalmente. Cappy suspiró como para reflexionar. -Bien dígale que pase.
Un empleado condujo al visitante ante el presidente de la importante empresa maderera y de vapores. Al hallarse en su presencia, saludó respetuosamente y dijo:
-"Mr. Ricks, mi nombre es William E. Peck; le agradezco a Ud. mucho la fineza de concederme una entrevista".
Mirándolo con semblante sévero, Cappy le dijo que tomará asiento, señalándole una silla frente a su escritorio, al acercarse Peck a la silla, Cappy notó que cojeaba y que el brazo izquierdo lo tenía amputado hasta el codo.
- Bien Mr. Peck, ¿Qué desea Ud.?
- He venido a que me dé Ud. trabajo.Respondió Peck.
- Habla Ud. como si tuviera la seguridad.
- Ciertamente, Mr. Ricks, yo sé que Ud. no me lo negará.
- ¿Porqué?
Peck, sonriendo en una forma que le simpatizó a Mr. Ricks, contestó;
-" Yo soy agente vendedor, y sé que puedo vender cualquier cosa que tenga algún valor porque lo he demostrado du­rante cinco años y quiero demostrárselo a Ud."
- Mr. Peck, - dijo Cappy sonriendo-, de eso no tengo duda, pero dígame ¿Acaso sus defectos físicos no son un impedimento?
- No Mr. Ricks, de ningún modo; lo que me queda de cuerpo está sano, sobre todo mi cabeza, y me queda el brazo derecho. Puedo pensar y puedo escribir, y aunque cojeo, puedo ir tras de un pedido más rápido y más lejos que la mayoría de los que tienen dos buenas piernas, ¿Estoy contratado, Mr. Ricks?
- No Mr. Peck, lo siento Ud. sabrá que yo no tomo parte activa en la administración de este negocio desde hace diez años. Aquí simplemente tengo mi oficina para despachar mi correspondencia particular y atender asuntos personales. A quién debe Ud. ver es a Mr. Skin­ner.
- Ya vi a Mr. Skinner - replicó prontamente - pero por el modo en el que me habló parece que no le simpaticé.' Me dijo que actualmente no había suficiente negocio aún para ocupar el personal que tiene. Yo le manifesté que estaba dispuesto a aceptar cualquier ocupación, de taquígrafo para arriba. Puedo escribir a máquina bastante rápido con una mano; puedo llevar contabilidad y hacer cualquier trabajo de oficina.
- ¿No le dió ninguna esperanza?
- No señor.
- Entonces - le dijo Cappy en tono confidencial - vaya a ver a mi yerno, el capitán Peasley, que dirige los transportes marítimos de esta empresa.
- Ya hable con el capitán Peasley, quién me trató con mucha amabilidad; me dijo que con todo gusto me daría un puesto pero que los negocios estaban tan malos que por ahora era imposible.
- Bueno, amiguito, entonces ¿para qué viene a verme a mí?
(Sonriendo nuevamente, Peck respondió)- "Por qué quiero trabajar aquí, en esta compañía, no me importa de que, con tal que sea de algo que yo pueda hacer. Sí me dan trabajo que pueda hacer, será hecho mejor que nunca, y si no puedo hacerlo renunciaré voluntariamente para evitarle a Ud. la molestia de despedirme. Tengo referencias de primera clase".
Cappy oprimió un botón en su escritorio; un momento después Mr. Skinner entraba, lanzando una mirada hostil hacia William E. Peck, y luego otra interrogativa hacia Mr. Ricks.
- Oye Skinner - dijo Cappy en voz suave - he estado meditando el asunto de enviar a Andrews a la oficina de Shanghai y he llegado a la conclusión de que tenemos que arriesgar.
Esa oficina está ahora al cargo de un empleado menor y es preciso nombrar cuanto antes un gerente; así es que haremos esto; vamos a mandar a Andrews en el próximo vapor, haciéndole entender que asumirá el cargo temporalmente.
Si vemos que no da resultado, le ordenaremos que se vuelva para ocupar su puesto actual, en el cuál es bastante apto. Entretanto Skinner, te agradecería mucho le dieras empleo a este joven... que le des una oportunidad de demostrar lo que puede hacer. Hazme ese favor Skinner... hazme ese favor.

Mr. Skinner bien sabía que un ruego de Cappy equivalía a una orden, y Peck, comprendiéndolo, miró al administrador general con una sonrisa.
-"Muy bien Mr. Ricks", dijo Skinner con cierto despecho, "¿Ha convenido con Mr. Peck el sueldo que ganará?"
- Ese detalle te toca a tí - contestó Cappy-, no es mi intención inmiscuirme en tus asuntos administrativos. Naturalmente le habrás de pagar a Mr. Peck lo que valga y nada más. Volviéndose hacia el triunfante Peck, lo amonestó diciéndole:
-"Oiga, amiguito, no crea que porque he intervenido por Ud. ya tiene su porvenir asegurado. Su porvenir Ud. mismo tendrá que labrarlo y tiene que comenzar muy pronto. La primera vez que meta la pata o no dé la medida en el trabajo que se le confía, lo amonestarán, la segunda lo suspenderán por un mes para que reflexione, y la tercera quedará definitivamente fuera de esta organización. "¿Me he explicado claramente?".
- Si Señor - Contestó Peck sin vacilar-; todo lo que yo le pido es una plaza en la línea de combate, le aseguro que pronto me haré acreedor a la confianza de Mr. Skinner. (Dirigiéndose a Skinner). "Muchas gracias, espero que esté de mi parte para merecer su confianza".
-"Este diablo" - dijo en sus adentros Cappy - "Es buena pieza y tiene sesos; no me explico cómo Skinner no pueda darse cuenta de ello. Si alguna idea nueva quiera poner en práctica, es casi seguro que firmará su sentencia de muerte con ésta gente cerebro fosilizado que hay en este mundo, él no podrá defenderse, pero por fortuna todavía estoy yo aquí".
El joven Peck, poniéndose de pie preguntó:
"¿Cuándo debo empezar?".
Skinner le constestó con cierta ironía:
"Cuando esté Ud. listo".
Peck miró rápidamente su reloj de pulsera...
- Son las doce" - añadió -"Voy a almorzar y estaré aquí a la una''.
Mr. Skinner se retiró mordiéndose los labios.
Al cerrar la puerta tras él. Peck levantó las cejas, y despidiéndose de Mr. Ricks le dijo:
-"Muchas gracias, Mr. Ricks, ha sido Ud. en extremo amable, pero parece que no voy a empezar bajo muy buenos auspicios", y tomando su sombrero se marchó.

Apenas había salido cuando Mr. Skinner entró de nuevo, más antes de poder abrir la boca. Cappy le impuso silencio levantando un dedo, y en voz cordial le dijo:
"Ni una palabra Skínner, ya sé lo que me vas a decir y admito que tienes razón, pero óyeme hijo... ¿Cómo era posible rechazar a un joven que tanto empeño tiene en trabajar, y que no acepta un NO como final?
A pesar de que no encontró aquí más que obstáculos para lograr su propósito no se dio por vencido, ni se desánimo, Tú luchaste contra él pero él ganó, y vaya que tuvo que habérselas con expertos. ¿Qué trabajo le vas a dar?
- El de Andrews naturalmente.
- Ah, sí, había olvidado. Dime Skinner ¿No tenemos disponible como medio millón de pies de abeto fétido?
(Skinner asintió, y Cappy continuando con la avidez de quien acaba de hacer un gran descubrimiento que cree causará una verdadera revolución en el mundo científico).
-"Bueno mándalo a vender esa madera apestosa y un par de furgones de pinabete rojo o cualquiera otra de las maderas que casi nadie quiere ni regaladas".
Skinner sonrió maliciosamente y dijo: "Convenidos, pero si no vende le damos su pasaporte ¿Verdad?".
- Supongo que sí, aunque yo lo sentiría mucho.
Por el contrario, si tiene éxito le pagaremos el sueldo que gana Andrews. Hay que ser justos, Skinner, justos en todo y con todos.
Cappy se levantó y dándole una palmadita en el hombro al Administrador General le dijo:

"Skinner dispénsame si me he precipitado un poco, pero te advierto que si le fijas al abeto un precio demasiado alto para que Peck no pueda venderlo, te mando a ti a la calle.
Se justo, hijo; se justo.

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